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Estableciendo límites en la «Nueva Normalidad»

 

Desde hace algunos meses hemos empezado a establecer nuevas normas o límites que han permitido a nuestros hijos orientar su comportamiento frente al nuevo estilo de vida ocasionado por la pandemia. Para muchos de nosotros ha sido, o continúa siendo, un desafío establecer límites sin discusiones o castigos y probablemente en tiempos actuales nos cuesta más manejar situaciones relacionadas a la crianza.

Para poder ser asertivos y manejar mejor  nuestras emociones al momento de establecer limites a nuestros hijos, es importante tener claridad sobre algunos conceptos y sus variables.

Qué son límites y por qué son importantes

Los límites son las normas que enseñamos a nuestros hijos e hijas y que definen la conducta que esperamos de ellos en un contexto determinado y tienen valiosa importancia en su desarrollo. Estos permiten entender lo que pueden o no pueden hacer según el lugar y situación en donde se encuentren. Además, los límites, al ser una guía de referencia, proporcionan mayor

A los padres se les pide comenzar a integrarlos en casa lo más pronto posible. Sin embargo, no hay una edad específica para comenzar a ponerlos, sino que deben aplicarse apenas se considere oportuno. Para ello, es necesario comprender los tipos de límites que existen:

Límites que no se pueden cambiar: Estos son indispensables para mantenerlos protegidos y no son negociables. Están relacionados a temas de salud o seguridad. Los aplicamos para evitar la consecuencia de alguna conducta de riesgo. Por ejemplo: “No permitir que mi hijo o hija salga de casa sin mascarilla o cruce la pista cuando el semáforo peatonal está en rojo”.  Si bien es importante que ellos experimenten las consecuencias de sus actos y aprendan de la experiencia, para este tipo de situaciones no podemos permitir ciertas acciones por el riesgo que involucra.  

Límites importantes para la convivencia social: Estas normas nos permiten relacionarnos favorablemente con los demás y adaptarnos mejor al entorno. Por ejemplo, si vamos de visita a la casa de un familiar o amigo sabemos que debemos saludar antes de ingresar. Este tipo de normas son las que nos transmitieron nuestros padres y ahora lo hacemos con nuestros hijos e hijas.

Límites de cada hogar: Son aquellos límites que son fijados por los padres en función de su experiencia de vida o visión de la crianza. Por ejemplo, en casa puede existir el acuerdo de que solo está permitido el uso del celular, laptop o tablet para jugar los fines de semana, mientras que, en otros hogares, es máximo una hora de uso diario. Este tipo de reglas ayudan a marcar la rutina de nuestros hijos e hijas y muy de vez en cuando se pueden flexibilizar.

Una de nuestras funciones como padres es ayudarlos a conocer y cumplir los límites. Habrá muchas maneras de lograrlo; no obstante, lo más adecuado es acompañarlos de manera respetuosa, educando con firmeza, pero siendo afectivos, buscando alternativas al castigo y el grito, por lo que desarrollar empatía y buscar estrategias de comunicación efectivas nos ayudarán en el proceso. Sin duda, en ocasiones a nuestros hijos les cuesta mucho seguir algunas normas y esto se debe a que ellos desde muy pequeños empiezan a dirigir su conducta por las motivaciones que tienen para satisfacer las necesidades internas de seguridad, desarrollo y amor, así como también evitar malestar. Estas motivaciones internas deben ser respondidas acorde a las normas o reglas que existen en el entorno, por ello, nosotros los padres debemos enseñarles a satisfacer esas motivaciones acordes al contexto social y familiar. Todos los niños, niñas y adolescentes son capaces de seguir las normas, tan solo depende del acompañamiento y vínculo que tengamos con ellos. Pero ¿cómo podemos establecer límites de manera amable y respetuosa? Si bien no existe una fórmula secreta, porque cada familia es diversa, los siguientes factores nos podrán ayudar a que funcionen los límites que deseamos establecer:

La edad de nuestro hijo o hija: Educarlos no es tarea fácil, pero mientras logremos identificar y dar respuesta a sus necesidades según la etapa de desarrollo en la que se encuentran tendremos mejores resultados. Es probable que una y otra vez, dependiendo de la edad y situación, tengamos que recordarles y ser ejemplo para ellos de lo que deben cumplir. Ellos son grandes observadores e imitan todo lo que ven.

Darles la posibilidad de elegir: Será importante acostumbrarlos a tomar decisiones y hacerlos responsables de sus acciones, a descubrir lo que desean. A través de un diálogo asertivo, transmitido con amor y tranquilidad, podemos acercarnos a ellos, generar acuerdos y ver alternativas de solución frente a determinadas conductas.

Ser constantes y mantenernos firmes: A veces cedemos por culpa o cansancio y la norma que hemos venido trabajando en casa pierde valor. Esto refuerza en nuestros hijos e hijas la idea de que podrán conseguir siempre lo que desean. Los límites deben expresarse con seguridad, de manera inmediata, cumpliendo lo acordado y empleando siempre un tono cálido. Puede que muchas veces recurramos al grito como medio para lograr que obedezcan y esto nos funcione; sin embargo, estaríamos acostumbrándolos a obedecer por miedo, cuando la idea es que comprendan la importancia de las normas en la vida diaria.

Elegir el momento adecuado para intervenir: Puede pasar que intentemos recordarles los límites en momentos de desborde emocional o cuando se encuentran realizando una actividad placentera, por lo que será poco probable que obtengamos su atención. Asimismo, ser parte del proceso y acompañarlos a realizar la acción que sabemos que les cuesta realizar o recordar favorecerá a su desarrollo, haciéndolos sentir seguros, confiados y comprendidos.

Cambiar el modo de dar las indicaciones: Una manera de mostrarnos empáticos con ellos y sonar menos autoritarios, es variar la forma cómo les pedimos las cosas o damos las indicaciones. En vez de emplear expresiones como: “quiero que te sientes”, “quiero que te bañes”,“quiero que…”, podemos cambiarlo por un mensaje más amigable: “es momento de hacer las tareas, vamos a sentarnos”, “es hora de bañarse para sentirnos relajados”, etc. 

Reforzar los intentos de mejora y logros: El mejor refuerzo que pueden recibir es el reconocimiento de los demás. Las recompensas sociales siempre serán las más valoradas y efectivas, sobre todo si vienen de personas cercanas y queridas. El refuerzo debe darse cuando haya una conducta espontánea y buena, o cuando logre algo nuevo o difícil. Cada logro, por más mínimo que parezca, debe ser valorado, pues nuestros hijos e hijas aún no han consolidado ciertas aptitudes y habilidades que como adultos hemos podido lograr.

Situarnos en el lugar de nuestros hijos e hijas, intentar ver el mundo con sus ojos y pensar en la manera cómo nos hubiera gustado que sea el acompañamiento de nuestros padres, permitirá guiar nuestro rol y mejorar la calidad del vínculo con ellos.

Depto. Psicopedagógico Hans Christian Andersen

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