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Enfoque por competencias ¿Cuál es el propósito de una escuela en el siglo XXI?

Por Israel Novoa Castro.

En nuestro país, está muy generalizada la idea de que la educación escolar tiene como propósito brindar un conjunto de conocimientos importantes que los niños y los jóvenes necesitan como parte de su educación básica. En esta concepción, el docente es precisamente el poseedor de aquellos conocimientos y los estudiantes deben aprenderlos fielmente para ser exitosos en la escuela. Esta forma de entender la educación perdura  desde el siglo XIX hasta hoy, a pesar de las revoluciones tecnológicas y los progresos de las ciencias de la educación. Frente a este panorama, es válido preguntarnos si los jóvenes necesitan escuelas donde el principal objetivo sea aprender mucha información que en muchos casos no saben cómo utilizarla. Entonces, la pregunta que sigue es ¿cuál es el propósito de una escuela en un mundo globalizado del siglo XXI?

Lo primero que debemos tener claro es que “se deben redefinir los tres pilares del triángulo didáctico: qué se entiende por sujeto de la enseñanza, qué se entiende por sujeto que enseña y qué se entiende por conocimiento “válido” a transmitir” (Inés Aguerrondo 2009). Esto significa que, se hace necesario repensar en el rol que cumple cada uno de los actores educativos y qué es lo mejor para los jóvenes de un mundo donde el acceso a la información y al conocimiento está a la mano gracias a la tecnología. ¿Conviene transmitir y memorizar información que la podemos encontrar en el buscador de internet? Peor aún si pudiéramos recordar fielmente todo el conocimiento que nos enseñaron en la escuela ¿en qué circunstancias va ser útil? Cabe aclarar que no se está diciendo que la escuela no contribuye a tener un bagaje de información necesaria y elemental, sino la crítica es si ese debe ser el principal motor de la educación básica.

Desde otra tribuna, encontramos la idea que la escuela puede desarrollar individuos competentes, a partir de un enfoque que busca formar estudiantes capaces de resolver problemas reales, tomar decisiones razonadas y críticas haciendo uso de sus capacidades y conocimientos. En ejemplos prácticos, individuos que sean capaces de construir hábitos saludables que mejoren su calidad de vida a partir de conocer el origen de los alimentos y la forma en que se producen; que puedan ser agentes conscientes de los problemas medioambientales usando el conocimiento geográfico y ecológico; que puedan comunicarse de manera efectiva en diversas situaciones tomando en cuenta el contexto y las circunstancias. En otras palabras, individuos capaces de desenvolverse en su sociedad con los problemas que esta tiene. ¿De qué nos sirve aprender muchos datos sobre la política del pasado si no somos capaces de diferenciar e interpretar que en las elecciones presidenciales de la actualidad hay candidatos que defienden ideas de izquierda y derecha?

Ante ello, muchos docentes se preguntan ¿dónde quedan los temas que regularmente se enseñan en las  diferentes materias? El conocimiento sigue siendo fundamental para ser competente, pero no para almacenarlo en la memoria o en los cuadernos sino para usarse en situaciones de la vida misma. Para enfocar la educación hacia las competencias necesitamos diseñar problemas que reten a los estudiantes a resolverlos e implica que éstos analicen situaciones y tomen decisiones. En palabras de Zabala y Arnau (2007), ser competente no hace referencia a lo que uno sabe sino a cómo puede resolver tareas de forma eficaz y eso dependerá siempre del contexto, lo cual nos lleva a pensar que las personas son más o menos competentes dependiendo de la situación que enfrentan. “El aprendizaje experiencial es un aprendizaje activo, utiliza y transforma los ambientes físicos y sociales para extraer lo que contribuya a experiencias valiosas, y pretende establecer un fuerte vínculo entre el aula y la comunidad, entre la escuela y la vida. Es decir, es un aprendizaje que genera cambios sustanciales en la persona y en su entorno.” (Diaz Barriga 2006).  En otras palabras, los conocimientos tienen sentido y son significativos en la medida en que podemos utilizarlos para enfrentar situaciones del hoy y ahora.

No cabe duda, que darle un giro a la educación tradicional hacia un enfoque de competencias no es una tarea fácil e implica una voluntad de cambio en todos los agentes educativos. Según Perrenoud (2008) es importante que en la escuela se puedan poner en práctica los conocimientos en situaciones complejas para que aquellos no sean letra muerta. Lo que nos lleva a pensar que los docentes tienen el gran reto de proponer problemas que permitan poner en juego el pensamiento crítico de los estudiantes. Muchos actores del sistema educativo se resisten al cambio porque la idea de acumular conocimientos es muy poderosa, y aun muy valorada en el imaginario colectivo. Otra de las ideas muy arraigadas, es que el conocimiento que se imparte en la escuela es infalible e incuestionable, lo cual cierra las puertas a que los estudiantes puedan equivocarse en libertad y aprender de ello. “En el lenguaje habitual nos referimos muchas veces al efecto destructivo del error, entendido como fallo irreversible, ya provenga de la naturaleza, de la técnica, del hombre o sea atribuido al azar… En el polo opuesto tenemos el error como estímulo creativo. Aunque esta es una acepción poco usual, no deja de tener cierto interés en el ámbito de la ciencia, la literatura, el arte, como estrategia heurística o descubridora.” Mientras dejemos de desaprobar el error con calificaciones que encasillan y esfuman el espíritu científico, podremos construir una escuela más real y humana.

Si bien Diaz Barriga (2006) menciona que “la concepción de que el aprendizaje consiste en la adquisición de conocimientos específicos como resultado de un proceso de transmisión-recepción de información ha cedido terreno ante los enfoques contemporáneos de corte constructivista, socio cultural y situados” (p.6.) la situación en el Perú es que aún hay muchos docentes que conocen el enfoque de competencias pero no lo aplican a su práctica pedagógica y más bien siguen corriendo la carrera de la memorización y mecanización del aprendizaje. Ayudaría mucho que las escuelas de educación superior alineen sus pruebas de admisión y mallas curriculares hacia la medición de competencias, lo cual permitiría tender un puente entre dos niveles que hasta la fecha están divorciados.

 

BIbliografía

  • Aguerrondo, I. (2009). Conocimiento complejo y competencias educativas. IBE Working Papers on Curriculum Issues N°8. pp. 1
  • De la Torre, S. (2004). Aprender de los errores: El tratamiento didáctico de los errores como estrategias innovadoras. Bueno Aires: Editorial Magisterio del Río de La Plata, p.9
  • Díaz Barriga, F. (2006). Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida. McGraw-Hill, p.XV.
  • Díaz Barriga, F. (2006). Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida. McGraw-Hill, p.3
  • Perrenoud, P. (2008). Construir las competencias, ¿es darle la espalda a los saberes? En Red U. Revista de Docencia Universitaria. Recuperado de: http://www.redu.m.es/Red_U/m2, p.4. 
  • Zabala y Arnau, (2007), 11 ideas clave: Cómo aprender y enseñar competencias. Col. Ideas Clave, 3. Ed. Graó. Barcelona, pp.49-50.

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